En las partes del mundo en donde el feminismo es más fuerte –y México es uno de ellos– se vive un virulento contraataque machista y antifeminista en los medios masivos de comunicación, encabezados por el cine y la televisión, muchas veces disfrazado de pensamientos progresistas para criticar el supuesto dogmatismo, el esencialismo y hasta el racismo, la homofobia, la transfobia, el clasicismo y las relaciones de poder dentro del movimiento “supuestamente” dominante o hegemónico, alertó la doctora Eli Bartra y Muriá, Profesora Distinguida de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“La crítica constante es algo sumamente valioso y hay que apreciarlo, siempre y cuando no conduzca a la parálisis, a la desmovilización y al silencio, de lo contrario parecería que todo lo que se ha hecho y se hace dentro del feminismo que no sea el que se considera a la vanguardia, está mal”, señaló al impartir la conferencia Neofeminismo en la Ciudad de México: una mirada situada.
En el marco del Segundo Ciclo Magistral Feministas que hacen historia, organizado por la Universidad del Claustro de Sor Juana, consideró que la tarea de esta doctrina aún es ardua y larga, sobre todo, en el terreno de la transformación de mentalidades que modificarán a su vez usos y costumbres de la vida cotidiana.
“Su principal tarea debe de seguir siendo la de conciencia crítica radical para modificar la condición de las mujeres; la atención a aquellas violadas y golpeadas, la ayuda a las que deseen abortar y el asistencialismo en general le corresponde a las instituciones estatales, con programas de gobierno y no de los grupos feministas”.
La pionera en la investigación sobre mujeres y arte popular dijo tener la convicción de que es la utopía lo que ha impulsado al movimiento feminista, al buscar un mundo sin discriminación alguna, sin violencia de ningún tipo, con justicia, armonía y paz.
Sin embargo, reconoció que en la actualidad la violencia contra este sector de la población se ha incrementado exponencialmente, “por lo que resultaría más efectivo actuar hoy en día de manera enérgica para ver si así los gobiernos escuchan y toman cartas en el asunto”.
De acuerdo con la doctora Bartra hay que tener siempre presente que el feminismo “no empezó hoy en la mañana” y es fundamental mirar hacia atrás para reconocer los orígenes.
En su intervención como parte del Seminario en Estudios de Género y Acción Política, consideró que el neofeminismo “representó una rebelión de las mujeres por derechos diferentes a los de la primera ola, en el sentido de que más allá de la igualdad de derechos políticos y sociales se dio este vuelco significativo y un cambio de fondo, por eso es que hay una ruptura en la medida en que se acentuó la conquista de la libertad sobre el propio cuerpo”, puntualizó.
Por esa razón, explicó, se reivindicó la despenalización del aborto como una libertad primordial de decisión sobre el propio cuerpo, así como la sexualidad femenina con formas de placer propias y específicas, y se puso de manifiesto toda clase de abusos que van desde la denuncia de la utilización de la mujer como un mero objeto sexual y que llega hasta la violación y el feminicidio.
La cofundadora del área Mujer, Identidad y Poder, del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco, consideró que, en la actualidad, más que rupturas o denominar una tercera ola, existe una continuidad en la lucha por estas consignas, por lo que esa corriente continúa modificándose y ampliándose.
También “rechazó la idea de la igualdad entre los sexos y apostó por la diferencia y por el respeto a ellas, las mujeres ya no queríamos ser como los varones porque somos distintas; un género con opresiones diversas y discriminaciones múltiples, pero con un denominador común: el hecho de buscar las especificidades de cada una para conocerlas mejor y transformar su realidad”.
La investigadora recordó que, en la década de los ochenta del siglo pasado, esta doctrina se caracterizó por la multiplicación de los grupos y el acercamiento a otras clases sociales en el cual las activistas de la clase media se volcaron a trabajar con obreras y campesinas y así surgió el llamado feminismo popular.
“En esa época fue cuando entró el movimiento en la academia y en 1990 el proceso de su institucionalización se transformó, al surgir una multitud de organizaciones no gubernamentales”.
Hasta ahora, el activismo dentro de las universidades no sólo muestra una continuidad, sino que se ha magnificado con la presencia de muchos y muy activos grupos feministas en las principales instituciones de educación superior como la UAM, expresó.
